¿Podemos aprender sin interactividad?
Para recortar el trayecto
que separa el «estudio individual» de la «interacción grupal» como cambio clave en la
producción de «aprendizajes verdaderos», dos dimensiones escolares esenciales (la
cultura y los procesos) se entrecruzan condenadas a unirse en un vial paralelo
y común: El camino reflexivo sobre cultura
escolar nos ayuda a circular comprendiendo mejor por qué hacemos lo que hacemos en la escuela
y el proceso que seguimos nos ayuda a evaluar técnica y tecnología en beneficio
de un trayecto, que es a la vez viaje y destino.
La interacción comunicativa es clave en una
pedagogía para la era de la comunicación. Desde que Vigostky
puso el acento en el aprendizaje social, evidenció que la mediación de los
miembros del grupo en los aprendizajes que comparten es un potencial trascendental a utilizar como motor del
desarrollo de los individuos y de sus comunidades. Los mejores
maestros del mundo hablan de hacer, proyectar, emocionar, jugar, colaborar,
socializar…como las claves del aprendizaje auténtico. En los ambientes
informales siempre se supo. Traspasarlo a los ambientes formales de aprendizaje
ha supuesto una travesía compleja, pero ya está aquí. En este trecho encontramos
un compañero de viaje que aceleró su entrada en escena: Las tecnologías de la comunicación. Crear redes de aprendizaje ha
supuesto para muchos la visibilización 2.0 de lo que era invisible en el mundo
1.0.: la interacción. Un salto
cualitativo hacia otros modos de enseñar y aprender, donde la acción «enseñar» cede todo el protagonismo a la de «aprender».
La interacción no es cuestión metodológica. Interaccionar es una cualidad inherente a la
educación, un heterónimo de aprender.
Sin lugar a dudas la interacción es una de las características que definen la
escuela actual: La cantidad y calidad de
las interacciones que se producen en un espacio de aprendizaje coinciden, en
proporción casi matemática, a la cantidad y la calidad de aprendizajes que
resultan de cada proceso educativo.
El mínimo de inicio: Si la interacción es considerada como parte
esencial del aprendizaje, (y así la consideramos en este artículo) no se pueden
dejar al albur del devenir de las actividades escolares. No hay interacción por generación espontánea en una cultura que
premia el individualismo silencioso. La interacción sólo se produce si las
condiciones espaciales y la organización de las secuencias didácticas la
provocan. Así para diseñar la interacción será necesario: conocer las opciones, prever las acciones y ponerlas en juego. Planificar la acción educativa y después dejarla correr para que la misma acción
determine su camino.
Una planificación basada
en una concepción de la enseñanza que será la que marque las reglas del juego. ¿De qué depende la interacción? De la
relación que seamos capaces de establecer entre tres elementos esenciales:
-
La estructura de las comunicaciones (unidireccional, bidireccional o multidireccional).
-
La estructura de las relaciones (individuales o socializadoras).
-
La estructura de las actividades (competitivas o colaborativas) que se
desarrollan en el aula.
Un modelo de aula
interactiva podría ser parecida a la que representamos en el esquema que hay a continuación (basada en una concepción cooperativa de la
enseñanza y el aprendizaje).
Flujo y
redarquía: Fluir continuo de la actividad interactiva y estructura
Redarquíca como elementos esenciales, y de
calidad, para aprender. Partimos de convencimientos claros:
La interacción provoca socialización y se apoya en la individualidad.
Equipo y personalización son socios del «crecimiento» y del desarrollo de la
autoestima: Ayudando crezco y tu ayuda me
hace crecer.
Desde esta perspectiva, la
organización del aprendizaje por medio de equipos colaborativos es fundamental. En una infografía recogida en
el Blog Acogida, nos
guía cómo comenzar a modificar un aula hacia agrupamientos que posibiliten la
interacción.
Un equipo bien organizado posibilita la creación de situaciones de
interacción comunicativa; minimiza las frustraciones y apoya
las debilidades de cada uno; empodera a los miembros que lo componen a
través de sus fortalezas, pues las revitaliza y pone en valor; y
enriquece creativamente el aprendizaje, porque multiplica las opiniones,
las ideas y las opciones.
Para muchos docentes no es
nuevo poner el acento de su enseñanza en
la gestión de un aula interactiva y comunicativa, como uno de los factores
principales para el aprendizaje. Muchos ya apostaron hace tiempo por evitar ser
transmisores de conocimientos a alumnado y, en su lugar, ofrecerse como
mediadores entre los objetos de aprendizaje y los individuos que los aprenden, vehiculándolos desde situaciones de diálogo,
guía, orientación y descubrimiento colectivo.
El camino del aprendizaje auténtico tiene múltiples
vías, pero todas pasan por la estación de la interactividad. Os invito a efectuar
una parada en ella.
Este artículo ha sido publicado también en INED21
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